Al consumir local y ecológico cuidamos nuestra salud y la del planeta, ya que favorecemos un consumo responsable con el medio ambiente y con la sociedad en la que vivimos.
El consumo responsable implica que al momento de elegir los bienes y servicios que vamos a consumir tengamos en cuenta sus posibles impactos ambientales y sociales, de modo que prefiramos aquellos que no solo son menos dañinos, sino que contribuyen a construir un modelo económico y social que pone en el centro a la protección ambiental y a la construcción de relaciones más justas y equitativas entre todas las personas. Pero ¿Qué implica este tipo de consumo en términos de nuestras elecciones del día a día?
Este tipo de consumo implica que en lugar de adquirir lo que necesitamos en el supermercado o en el centro comercial decidamos consumir en iniciativas de consumo alternativo, como es el caso de las cooperativas de consumo, los huertos urbanos, los mercados de productores, los tianguis agroecológicos, etc. Aunque estas opciones parecen algo fuera de lo común, en la realidad tienen una amplia presencia en nuestras ciudades. Lo único que necesitamos es informarnos y animarnos a conocerlas.
Pero, ¿por qué es mejor un producto comprado en alguna de estas iniciativas en lugar de en el supermercado o tienda de conveniencia en la que siempre suelo comprar?
Las ventajas de estas iniciativas de consumo radican en que:
- Ofrecen alimentos más sanos, frescos, naturales, de temporada, de bajo grado de procesamiento y alto valor nutricional. La mayoría de las iniciativas produce mediante prácticas agroecológicas o están en transición hacia una agricultura ecológica, que evita el uso de agrotóxicos dañinos para la salud y el planeta y que son libres de transgénicos. A diferencia de aquellos que encuentras en supermercados y tiendas de conveniencia que muchas veces son congelados, ultraprocesados, en su mayoría de bajo valor nutricional y muy altos en calorías, producidos mediante la agricultura industrial, con agrotóxicos y que pueden contener transgénicos. Al no conocer con exactitud quién los produce, cómo se producen y dónde se producen, corremos el riesgo de consumir algún producto procedente de la agricultura industrial que dañe nuestra salud.
- Ofrecen productos locales, cosechados o elaborados artesanalmente en la misma ciudad donde se consumen, o cerca de ella (estados vecinos, ciudades vecinas, etc.). Esto reduce la distancia que los productos viajan del lugar de producción al lugar de consumo, reduciendo así su huella de carbono e impulsando la economía local; también se impulsa la gastronomía típica evitando la importación de alimentos que vienen de lugares lejanos y que no son de temporada, que por tanto no son ecológicos. En lugares como supermercados encontramos gran oferta de productos importados y fuera de temporada.
- Las iniciativas de consumo responsable no están 100% libres de plástico y otros empaques de un solo uso pero muchas tienen proyectos para reducir esto y venden muchos productos a granel (sin empaque). En los supermercados y tiendas de conveniencia prácticamente todo lo que buscamos está empaquetado, lo cual contribuye a generar residuos que después llegan a la naturaleza.
- En las iniciativas de consumo responsable se busca una relación más estrecha entre productores/as y consumidores/as, por lo que los primeros están receptivos a escuchar propuestas de mejora, como reducir el uso de plásticos. Esto no es tan sencillo con las grandes empresas que ofertan sus productos en supermercados y que no tienen canales de comunicación directos con las y los consumidores.
- Al consumir en las iniciativas de consumo responsable apoyamos con nuestra compra la economía familiar de las productoras y productores que participan en ellas, contribuyendo al fortalecimiento de la economía de nuestras ciudades y regiones. En cambio, si compramos en supermercados y centros comerciales, damos nuestro dinero a las grandes empresas transnacionales que están detrás de la contaminación del planeta y de la desigualdad social.